No mueres de amor, mueres de baja autoestima 1

No mueres de amor, mueres de baja autoestima

Quizás la palabra morir no se de de forma literal, pero, en muchos casos de rupturas o males de amores, la persona que lo sufre, a menudo, siente como si una especie de muerte la envolviera.

En ese momento de duelo, podríamos decir que se entra en una fase de negación, donde la persona se obsesiona y empieza a realizar una serie de conductas orientadas al control y a la manipulación del otro, para recuperar de nuevo su «amor».

Estas situaciones, más comunes de lo que nos podemos imaginar, se pueden dar en distintos grados de intensidad, pero suelen suceder siempre que la persona ha quedado apegada a un vínculo amoroso con sus padres del cual no logra salir.

El vínculo de la fusión-dependencia

El primer vínculo viene de la madre o de aquella persona que nos cuida en los primeros años de nuestra vida, y es el vínculo que crearemos con la vida. Este vínculo se verá especialmente proyectado en las relaciones de pareja, puesto que éstas son las relaciones más parecidas a las que tuvimos con nuestros padres cuando fuimos niños.

Es aquí cuando el niño puede aprender distintos mandatos fruto de la experiencia de amor con los padres, que es siempre vivida como insuficiente, inadecuada o dolorosa. Mandatos como «no soy merecedor», «en el amor hay que manipular al otro», «yo muero si tu no estás cerca», etc.

Este tipo de vínculo es el que generará, más adelante, experiencias de relaciones con celos, obsesiones, necesidad de controlar al otro, venganzas, rencores, dependencia emocional, baja autoestima y depresión. En definitiva, relaciones tóxicas pero a la vez con un gran potencial para que nos demos cuenta de las heridas que tenemos que revisar en nosotros mismos.

La persona le cede su absoluto poder al otro en un acto de supervivencia. Esta supervivencia está basada en la creencia de que sin el otro no puedo vivir, es decir, «sin mamá o papá, el niño o niña no puede sobrevivir», y, en cierta manera, esto es real.

La oportunidad de hacerse cargo de uno mismo

No obstante, ahora es el adulto el que lo está sintiendo, y esto ya no es así, porque el adulto puede hacerse cargo de sí mismo, ya no depende de su mamá o papá como lo hace el niño.

Es aquí cuando uno puede empezar a darse aquello que reclama en el otro, puede empezar a comprender sus necesidades reales y no ir de extremo a extremo en una polarización constante respecto a lo que quiere.

Es aquí cuando aprendemos a nutrirnos, a cuidarnos, a tratarnos bien, y poco a poco, todo esto va conformando otra autoestima, más real, más auténtica y basada en un trabajo interno que nos empodera cada vez más.

Si quieres saber más sobre el tema, en el pasado artículo de Las heridas infantiles comentaba cómo podemos hacer para sanarnos a través de ellas y así dejar atrás antiguos patrones dolorosos y formas de vincularnos poco sanas para nosotros.

 

 

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2 Comentario
  • Gemma Corbalan
    Publicado a las 09:47h, 12 febrero Responder

    Gisela, aquest post és com si l’haguessis escrit pensant en mi. És com em sento ara mateix i el dolor és insuportable…
    Intentaré fer as de les teves sabies paraules i intentaré fer-me càrrec de mi mateixa…

    Gracies!!!

    Gemma Corbalan

    • Gisela López
      Publicado a las 10:26h, 12 febrero Responder

      Hola Gemma! pensa que el que ens dona neuròticament seguretat emocional és, sovint, emocions d’afecte dolorós. Des de l’adulta ja no hi ha depèndencia emocional.
      Un abraçada!

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